
Cuando una gran franquicia como KFC es clausurada por malas prácticas, la noticia no pasa desapercibida. Esta vez, la polémica estalló en Bogotá, donde una de sus sedes fue sellada por contaminar el alcantarillado, despertando críticas y preocupaciones sobre el impacto ambiental del sector gastronómico.
Según denuncias de vecinos en la localidad de Usaquén, empleados del establecimiento ubicado en la Calle 140 con Carrera 13 vertían aceite usado, en grandes cantidades, directamente en las alcantarillas, en lugar de gestionarlo de manera adecuada. Tras repetidas quejas, la Alcaldía de Usaquén intervino, clausurando el local y anunciando sanciones económicas.
Las autoridades recordaron que todos los restaurantes deben contar con trampas de grasa para evitar la contaminación del sistema de alcantarillado, un problema que ha generado costos millonarios en limpieza y mantenimiento. Solo en 2024, Bogotá atendió más de 13,000 casos de taponamientos en la red de desagüe, con un gasto superior a $23,000 millones.
Este tipo de situaciones no solo afecta la operación de los establecimientos involucrados, sino que también daña la reputación de la marca y pone en riesgo su relación con los consumidores. Desde JLP GLOBAL, expertos en la industria, enfatizamos la importancia de monitorear estos acontecimientos y adoptar prácticas sostenibles que garanticen el cumplimiento de normativas ambientales y la confianza del público.
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📌 Fuente: Noticias Caracol
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